http://www.14ymedio.com/nacional/jaba-pomo-pozuelo_0_1726027381.html
Los primeros
pomos plásticos de litro y medio que conocí eran
de Pepsi Cola. No recuerdo cómo llegaron esos pomos a mi casa, pero debe haber
sido a mediados de los noventa, cuando mi abuelo comenzó a trabajar en el
turismo para una empresa que traía viajeros canadienses a Cuba.
Eran pomos
plásticos de dos piezas, el pomo y la base. El pomo era transparente como los
de hoy, pero con una base pegada que, al menos en aquellos pomos de refresco,
era negra. Fueron un bien que conservamos con esmero, pues hacerse con un pomo
de refresco era difícil aunque estuviera vacío. También por eso puedo narrar
con detalle su decadencia.
La base de
aquellos pomos era lo primero que comenzaba a deteriorarse. El deterioro del
pomo no era tan lamentable como perder la base negra. La razón es que en
aquellos pomos, a diferencia de los actuales, en los que base y pomo son una
misma cosa, el fondo era redondo y una vez que perdían la base no podían
pararse. Cuando los pomos se hicieron más cotidianos, era normal ver
refrigeradores con varios de estos pomos siempre acostados.
En una ocasión
vi un pomo al que el ingenio le había resuelto el problema del apoyo. Alguien
aprovechó la base malograda y le sustrajo el centro, luego lo invirtió y lo
pegó con esparadrapos al fondo. El resultado era que el pomo quedaba con una
pequeña superficie plana, aproximadamente del ancho de una peseta, que le
permitía mantenerse parado. Es difícil ilustrar con palabras todo esto. Una
foto sería mucho más elocuente, pero sucede que estos pomos de refresco de dos
piezas desaparecieron hace mucho, dejando lugar al más ingenioso pomo de una
sola pieza.
Creo además que
nunca se hicieron en Cuba pomos de dos piezas. Cuando la tecnología del pomo
plástico de refresco llegó aquí, ya estaba regularizado el de una pieza.
Antes del pomo
plástico de refresco, en Cuba solo eran conocidas las botellas y las latas. Las
latas las conocimos, como mismo nos pasó con los pomos, con las bebidas
extranjeras.
Las latas vacías eran objetos de colección
Recuerdo que las
primeras latas que conocí las llevaba a la escuela Persi Alvarado Sariol, mi
gran amigo de la primaria, pues su papá, que luego resultó ser el agente fraile, un espía cubano de origen
guatemalteco, se las traía del extranjero o quizás se las compraba aquí mismo
en las tiendas de diplomáticos.