viernes, 15 de enero de 2016

Rolando Ferrer Espinosa es el coordinador de organización del Frente Antitotalitario Unido (FANTU), la organización de la que Guillermo Fariñas es coordinador nacional. Abogado de profesión, Rolando Ferrer estuvo preso entre los años 1999 y 2006, principalmente en la Prisión Manacas, conocida también como "La Alambrada", en Santo Domingo, provincia de Villa Clara, de la que es natural.
Rolando Ferrer fue oficial de contrainteligencia y después de abandonar el Ministerio del Interior (MININT) creó la Asociación Independiente de Excombatientes de las FAR y del MININT. El 25 de julio de 1999, pocos días después de creada la Asociación, fue detenido, juzgado y condenado a prisión. Esta entrevista versa sobre su experiencia en la cárcel de Manacas, las celdas de castigo, la crueldad de la oficialidad relacionada con la prisión, los intentos de asesinarle y el nacimiento de su hija. Pero también sobre la perseverancia y la esperanza de quienes quieren ver en Cuba la realización plena de la democracia.
Rolando Ferrer es también miembro del grupo gestor de la Campaña #Otro18 por una Ley Electoral que no bloquee la participación del pueblo en la elección de sus representantes políticos.


¿Cuál es el régimen de una celda de castigo?
En una celda de castigo a las 6:00 am te dan el de pie. Ahí tienes que sacar para afuera el tablero que te sirve de bastidor, el colchón, todas tus pertenencias, y te quedas sin nada hasta las 10:00 pm, que se hace el recuento y te devuelven tus pertenencias. Una vez al día viene un preso al que le dicen el pasillero, ese es el que trae el agua para beber y para bañarte en cualquier recipiente. Dentro de la celda no hay agua.
Hay una ventana a la altura de 1,80 m aproximadamente. El frente de la celda da al pasillo y ese frente es todo enrejado. El pasillo tiene una diferencia de altura respecto de la celda de entre 60 y 70 cms de diferencia, por lo que tú estás en un hueco.
¿Para entrar tienes que bajar?
En ese hueco, que es un cuadrado que apenas tiene un 1,60 o 1,70 m, está una litera de hierro empotrada en el piso, por lo que te queda poco espacio. En una esquina hay lo que le llamamos un turco, que es un hueco con dos apoyos de cemento donde te paras y el hueco te queda en el centro para hacer las necesidades. Todas las necesidades fisiológicas las haces allí, incluso te bañas allí, porque ese es el único tragante.
Por la mañana te traen el desayuno que puede ser una infusión de naranja con poca azúcar y un medio de pan. A veces es una cosa a la que los presos le dicen Shiralad, como una especie de cereal de sabor muy desagradable. Bien malo, en ningún lugar lo vuelves a ver en tu vida, solo ahí. Infusión, Shiralad, o simplemente agua con azúcar tibia.
El almuerzo es el mismo menú de la comida. Un poquitico de arroz sucio, con gusanos de hasta 2 cms, enormes. Los caldos son un agua con sebo de producción animal, que como llegaba frío hacía como una nata encima.  Te decían que eran chícharos o frijoles, pero no te encontrabas un grano de chícharos ni de frijoles. A veces te daban un pedazo de plátano burro hervido, un pedacito de pan, ese era el menú.
En la prisión se pasa mucha hambre. Los presos que no tienen familia que los atienda son más propensos a colaborar con la policía cuando la policía los solicita, porque tienen hambre y de ese modo consiguen que les den más comida. Los presos hacen muchas cosas en la prisión con tal de tener más alimentación.
En la celda de castigo no hay luz. Hay una lucecita en el medio de un pasillo en el que hay diez celdas. Allá en el medio del pasillo hay una luz. En la celda no puedes leer, porque por el día no tienes los libros y por la noche, cuando te dan tus pertenencias, ya la luz no te da para leer.
Yo me pasé casi todo el tiempo de prisión en celdas de castigo.
¿Existió alguna solidaridad contigo en la prisión?
Además de casos aislados, como el de un preso que me alertó que me querían matar, la única solidaridad que encontré fue de los otros presos políticos. Hubo un señor de Guantánamo, Leoncio.
¿Era un preso político?
Era no, es, aún sigue preso.
¿En esa cárcel?
No, a él lo transitan por toda Cuba. Él estuvo un tiempo allí en Manacas, casi todo el tiempo que estuve yo él estaba allí. Después lo sacaron y después de un tiempo volvieron a traerlo.
Descríbelo físicamente.
¡No! ¡Lo más bonito es que yo nunca pude verlo! ¡Él estaba en una celda y yo en otra!
¿De castigo?
Sí, los presos no se ven.
¿Pero cuando los sacaban de la celda de castigo, en la prisión?
No, no, ese hombre nunca salió de allí para nada. Yo estaba tiempo en las celdas de castigo y me sacaban y volvía, pero él no. Cuando lo sacaban era para llevárselo fuera de la provincia y yo no lo veía.
¿Hay alguna experiencia del presidio que quisieras comentar?
Todas las etapas y detalles de la prisión lo marcan a uno. En una ocasión el jefe del proceso de reeducación, el entonces primer teniente Julio Riscart, trató de comprometer a algunos presos para que me apuñalaran. Uno de esos presos es el que me pone en conocimiento de lo que se planeaba, además de que convenció a otros de que no lo hicieran. Yo entonces mando a buscar a mi familia y viene mi mamá, Florentina Espinosa Pérez, que es quien me ha apoyado siempre y que asistió con representantes de la Fiscalía para el Cumplimiento de la Legalidad en Establecimientos Penitenciarios, que se conoce por las siglas (CLEP). CLEP pertenece a la fiscalía, no al MININT.
Entonces se realiza una reunión en la oficina del director de la prisión, el mayor Armando. Allí estaba también Julio Riscart como jefe de reeducación e implicado en el asunto. Estaba el oficial jefe del Trabajo Operativo Secreto (TOS) y el Jefe de Orden Interior nombrado Alexis. Mi mamá se quedó afuera.
Ellos me pidieron que revelara el nombre del preso que me alertó del atentado. El fiscal me solicitó que cooperara en ese sentido. Yo dije que estaba dispuesto a decir su nombre pero en la sala de los delitos contra militares donde yo acusara al primer teniente Julio Riscart por buscar a un preso para que me apuñalara. Entonces no siguen insistiendo. En su dictamen el fiscal termina diciendo: "A Ferrer no lo pueden tocar ni con el pétalo de una rosa".
Entonces ellos cambiaron la versión e hicieron parecer que eran los presos los que querían matarme y, como medida de seguridad, me llevaron a una celda de castigo y estuve cinco meses allí.
Otro hecho que me marcó en la cárcel fue el nacimiento de mi hija Daliana Ferrer Cepero el 9 de marzo de 2004. Ella es la segunda hija mía, la primera es de otro matrimonio. Ellos debieron llevarme de inmediato a la inscripción y no lo hicieron. Demoraron dos semanas en las cuales mi esposa Zuleika Cepero Méndez y mi mamá tuvieron que conseguir los alimentos a sobreprecio, porque sin la inscripción no le daban la leche ni los alimentos que le correspondían.
Cuando me llevan a inscribir a la niña, la civil que me atiende dice a los militares: "Quítenle las esposas para que firme", y los guardias le dicen: "No, tenemos la orden de no quitarle las esposas para nada". Yo firmé, les pedí que me dejaran cargar a la niña y me dijeron: "Cinco minutos". Yo cargué a mi niña con los brazos esposados. A los cinco minutos me dijeron: "Vamos". Mi mamá quería darme un refrigerio para el camino y le dijeron que no.
Cuando regresamos a la prisión yo me senté en la litera mía y los presos que me vieron con lágrimas en los ojos me preguntaron: "¿Qué te pasa, sargento? ¿La niña está enferma, hubo algún problema?". Yo les dije: "La niña nació bien, pero es que estoy tratando de recrear la cara de ella y no puedo". No conseguía recrear la imagen de la cara de mi niña y aquello me causó un dolor tan grande que tuve que llorar. El dolor que sentí lo puedo evocar ahora perfectamente.
¿Cómo te sensibilizó el tiempo en prisión con la situación de los presos?
En una Cuba independiente habría que mejorar las condiciones de vida de los presos, propiciarles una vida más decorosa. Estar en una prisión no elimina los derechos humanos. No estás privado del derecho a recibir alimentos adecuados y en cantidad suficiente, a la capacitación, a seguir siendo una persona. Porque en las prisiones de Cuba los presos dejan de ser personas para convertirse en cosas, y si no entiendes que te has convertido en una cosa, tu futuro se complica, lo mismo porque tu condena se alarga sin fin como porque no sobrevives.

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