En su prólogo a Cuba. La forja de una nación, Rolando Rodríguez agradece a Fidel Castro, entre otras muchas cosas, por haberle facilitado la posibilidad de visitar los archivos de Washington. El prólogo está fechado en la Habana en el mes de octubre de 1997 y principia la edición financiada por CajaMadid. El primero de sus tomos está en mi poder hace años.
Cuando estudiábamos la carrera de historia en la Facultad de Educación a
Distancia, alguno de los textos que debimos estudiar aseguraba que, en el conflicto
interclasista, unos buscan anular el papel histórico de otros; del mismo modo
los grupos ideológicos realizan depuraciones importantes permitiendo la
supervivencia de fuentes, testimonios y elementos afines, mientras que condenan
al ostracismo y la desaparición los testimonios hostiles. Quizás fuera en el
libro de texto de la asignatura "Metodología de la investigación
histórica" que se podía leer, junto a una cita de Lenin, que el marxismo o
marxismo leninismo (que en una época fueron la misma cosa para nuestros países)
reconoce la incidencia de la selectividad ideológica, eso en oposición a
pretensiones de imparcialidad que atribuía el texto a la ciencia
histórica que llamaban burguesa.
Elevar una hipótesis al rango de indiscutible
evidencia la subordinación del pensamiento a algún tipo de ortodoxia, se fuerza
la libertad del intelectual para desvirtuarla en los terrenos de la
conveniencia política de cualquier institución, colectivo o país. La gravedad
de sus consecuencias no escapó a Manuel Moreno Fraginals ni a su investigación
histórica. En "Hacia una filosofía, un lenguaje y un arte imperial"
apuntaba, a propósito de la decadencia de la filosofía escolástica española y
su subordinación al imperio colonialista español, que esta había pasado de ser una
filosofía a ser una ideología[1].
En el mismo año (1989) afirmaba, a propósito de la historiografía cubana del
momento: "El absurdo de querer limitar el marxismo a Marx: es decir, el
absurdo de querer convertir los escritos de Marx, Engels y Lenin en libros
sagrados que enseñan la verdad revelada y a partir de los cuales sólo es
posible la exégesis, la interpretación"[2]
En 1989 nuestra historia intelectual más reciente,
aquella en la que había tenido desarrollo la vida intelectual de Moreno, era el
mejor ejemplo de los efectos que acarreaba el sometimiento de la
filosofía y las ciencias humanas a los intereses políticos. Moreno Fraginals
tenía, por ello, una experiencia fértil para interpretar la información
histórica en torno a la decadencia del imperio español[3].
No siempre había sido así, Oscar Zanetti asegura que
la implantación de los moldes teóricos del llamado socialismo real son
instrumentados en Cuba a partir del fracaso de la "Zafra de los Diez
Millones" (1970) y trajeron consigo, en el plano teórico, que: "Tanto
en la investigación como en la enseñanza, la investigación debía concentrarse
en las "regularidades" históricas, aquellas pautas universales que
señalaban el rumbo ineluctable de la humanidad y sustentaban un único modelo
viable de construcción socialista"[4].
Era la consecuencia de que la sociedad cubana fue confinada (moldeada según
Zanetti) en el retorcido sistemas de normas del llamado "socialismo
real"[5].
Cuando Rolando Rodríguez agradece a Fidel Castro por las
facilidades de que le proveyó para investigar en los Estados Unidos y España,
no está sino confirmando la profunda selectividad de las instituciones
políticas, muy distantes de la actividad intelectual. "Cuba. La forja de
una nación", es un esfuerzo intelectual, pero también político. El autor
siente la necesidad de definir la naturaleza de las actitudes de unos y otros,
dentro y fuera del campo independentista. Aquellos que obstaculizaban el
desarrollo conspirador de Martí y Maceo deben ser depurados con énfasis y se
agradecen las fuentes que permiten encontrar los móviles de tal obstáculo.
A lo largo de todo el texto hay un concepto central:
revolucionario. Más que "por su historial combativo, su capacidad
organizadora, visión política y sacrificio total a su idea"[6],
Maceo es grande por ser un "revolucionario legítimo[7]".
Distante estaba de Manuel Moreno Fraginals esta avidez de desenhebrar la
historia jerarquizando figuras, conceptos morales o hechos específicos. Tales
consideraciones solo pueden ser sostenidas en sistemas teóricos de alto grado
de selectividad, en los que es posible enajenar del elegido un mundo de
trastadas, con muchos niveles de lectura, y todo ello sin temer ser puesto en
evidencia por una comunidad intelectual más preocupada por sobrevivir, que por
denunciar la farsa argüida. Este "sacrificar al intelectual" destruye
el imaginario social respecto a su historia, su resultado es la poca
información que la sociedad cubana tiene sobre las figuras históricas del país
y la estupefacción en que quedan no pocos cubanos al enterarse de enemistades
insalvables entre héroes indiscutibles o la hermandad entre hombres y mujeres a
los que el cubano desinformado ubica en campos abiertamente contrarios.
No debe haber escapado a Fidel Castro, la máxima
institución del castrismo, las posibilidades de la obra que Rolando Rodríguez
desarrollaba. La exaltación de las figuras de Martí y Maceo y su constante
apelación a la virtud revolucionaria parecen argumentar, de modo erudito,
aquella pregunta constante en todos los exámenes de Historia de Cuba que debió
contestar mi generación a lo largo de nuestra vida de estudiantes y que
consistía en explicar por qué Fidel tenía razón al considerar que la revolución
cubana era una desde el 1868
a 1959. Si en boca de Fidel tal pretensión no era otra
cosa que una afirmación política -y en nuestros exámenes una muestra de lo que
fue nuestra educación-, la obra de Rolando Rodríguez parece darle la
verosimilitud intelectual que Fidel deseaba.
En una entrevista realizada a propósito de haber
obtenido el Premio Nacional de Ciencias Sociales en el año 2007, Rolando
Rodríguez afirmó de Manuel Moreno Fraginals: "Si por fin comprobara que
sus ayudantes no fueron los que le escribieron El ingenio, quizás lo
respetaría un poco más, pero a un cambia casacas como ese no se le puede tener
mucha admiración ni respeto".[8]
Son duras palabras para quien, sin dudas, no dedicó
ninguno de sus libros a Fidel Castro ni consideró necesarias filiaciones
institucionales que le permitieran viajar a cuenta de mecenazgo alguno. La
decisión de un intelectual cubano de abandonar Cuba en la década del noventa,
sin prebendas oficiales ni apoyo real, un intelectual de sobrado prestigio y
mérito, para ir a vivir al extranjero, Miami en el caso de Moreno Fraginals, no
puede sino ser interpretada como la realización de un derecho legítimo de
autodeterminación, tomado además por un hombre ya en su vejez (Manuel Moreno
Fraginals nació en 1920 y murió en el año 2001) y probablemente necesitado de
superar, para él y su familia, las condiciones de miseria en que sumió el
castrismo al archipiélago cubano; solo por el dolor producido se puede entender
que Oscar Zanetti (la filiación de Rolando Rodríguez no da para aspirar a otra
declaración) no haya querido, o no haya podido, aceptar la decisión de
Fraginals.
Si llegado el país mejor nuestros estudiosos no
quieren entender que un hombre es libre, que Moreno Fraginals no puede juzgarse
a la ligera y que el compromiso con su familia, y la inmoralidad con que
encharcó el castrismo a la
Revolución Cubana, obligaron y obligan a replantear a la Patria, replanteando
también sus enemigos y los destinos de sus hijos empobrecidos, entonces será
ocasión para decir que no vamos por buen camino.
Desde muy temprano debió ser consciente Moreno Fraginals de las desviaciones que, del inspirador ideal revolucionario, había sufrido la institucionalidad cubana y el que resultó su máximo beneficiario: Fidel Castro. En su libro "Cuba/España, España/Cuba" señala con amargura la destrucción de lo que llama la cuenca lechera de Bayamo que había conseguido, a partir del ganado español, un ganado criollo insuperable. Señala además como injustificada la nacionalización de las sociedades españolas, que prestaron un gran apoyo a la sociedad cubana, favorecieron los vínculos entre los descendientes de españoles e inspiraron al resto de la sociedad modelos de fraternidad de los que hoy carecemos.
Rolando Rodríguez se puede preciar de ser un intelectual revolucionario en la medida que pertenece al grupo de cubanos que aceptaron convertir la revolución en un movimiento político regido, más que dirigido, por Fidel Castro; donde la supeditación a la voluntad del líder y el apoyo a sus zigzagueos políticos, así como el adormecimiento de la conciencia crítica, ha garantizado, por medio siglo ya, posiciones de privilegio y reconocimiento, cuando menos degradantes, que ha distribuido el mismo líder a los que le sirven de alfombra y luminaria. Esa cómoda militancia explica que en una misma persona puede habitar, conscientemente, el apoyo a la estrangulación económica de la pequeña propiedad industrial y de servicios que tuvo lugar en 1968, las confiscaciones de locales, herramientas, junto al secuestro de una vida de trabajo y las consecuencias sociales que ello implicó; a la vez que el entusiasmo al acudir, incluso con algún capital, a la despenalización del libre desempeño de modestos oficios que el castrismo, sin asomo de vergüenza, acude presuroso a implementar cuando el reinado del espanto se hace más difícil de sostener.
Esta dinámica de progresivo envilecimiento produjo dos actitudes radicalmente diferentes en nuestra historia más reciente: la sublimación del orden que la motiva, en el caso cubano, más que la revolución el castrismo y, en el extremo opuesto, el repudio de ese mismo orden. Rolando Rodríguez y Manuel Moreno Fraginals son ejemplos de estas dos actitudes extremas, pero las implicaciones morales de una y otra son radicalmente diferentes.
Largo será nuestro retorno a un discurso nacional auténtico, sin silenciamientos ni omisiones. En ese algo extraordinario Manuel Moreno Fraginals camina entre negros y negras esclavos y libres, entre hombres y mujeres que un día dejaron de explotar el trabajo de semejantes y se alzaron a construir una nación de todos, quizás alumbrados por alguna estrella de azúcar. En ese algo extraordinario también está nuestro sitio, desde el que podremos sentir las consecuencias de todo aquello que no queremos hacer hoy en nuestra patria destruida y secuestrada.
Boris González Arenas
[1] "…: se producía un tránsito mediante el
cual una filosofía pasaba a ser una ideología." Moreno Fraginals, Manuel
"Hacia una filosofía, un lenguaje y un arte imperial" En: Orbita de
Manuel Moreno Fraginals Editorial Unión 2009 p. 365
[2] Riccio, Alejandra: "El ingenio de
Moreno" Revolución y Cultura No 9 Septiembre 1989 p. 10
[3] De hecho el mismo Moreno Fraginals era
consciente de la fuerza que tiene el presente de un autor en la forma como
interpreta el hecho histórico. Refuta en "La historia como arma" el
afán de descalificar al presente del autor como fuente de conocimiento y
experiencias para la interpretación de la información histórica; lo descalifica,
no como mentira absoluta, sino como "gran mentira parcial". Este
"parcial" denota la capacidad del autor a la hora de entender la
plasticidad de toda afirmación.
[4] Zanetti Lecuona, Oscar: "Isla en la
historia: La historiografía de Cuba en el siglo XX" Ediciones Unión 2005
p. 52
[5] "Con el fracaso de la "Zafra de
los Diez Millones" -1970-, en Cuba los arrestos experimentales cedieron su
lugar a una sociedad moldeada cada vez más según las normas, en apariencia
exitosas, del llamado "socialismo real" Isla en la Historia p. 52
Una periodización de la historia intelectual de 1959 a nuestros días es
difícil. Si bien parece que el año setenta marca un antes y un después, no debe
olvidarse que ese "antes y después" lo es para la generación de
aquellos que eran muy jóvenes y de escaso protagonismo en 1959. Pero desde 1959 a la intelectualidad
establecida se le hizo evidente los caminos arteros con que Fidel Castro
comenzaba a empedrar la revolución en sus búsquedas democráticas. Jorge Mañach,
Herminio Portell Vilá y Gastón Baquero fueron algunos de esos intelectuales que
habrían sido imprescindibles para las nuevas generaciones que, privada de
ellos, carecían de la necesaria postura crítica ejercida desde el prestigio de
intelectuales sólidos y comprometidos. Ya en la Biblioteca Nacional
en el año 61 se habían cerrado las primeras puertas al debate intelectual y no
debe olvidarse que la revista "Pensamiento Crítico" (1967-1971), a la
que no pocos citan como un adalid de la historia intelectual cubana, estaba
centrada en el pensamiento marxista y el por entonces llamado revolucionario
sin que existiera su contraparte crítica, lo que destaca la preeminencia
temática del marxismo, impensable en la comunidad intelectual cubana de 1959,
ni siquiera en la progresista o revolucionaria.
[6] Moreno Fraginals, Manuel: "Cuba/España, España/Cuba" España Editorial Crítica Grijalbo Mondadori 1995 p. 246
[6] Moreno Fraginals, Manuel: "Cuba/España, España/Cuba" España Editorial Crítica Grijalbo Mondadori 1995 p. 246
[7] Rodríguez, Rolando: "Cuba La forja de
una nación" CajaMadrid España 1999 Tomo I Pág. 446 "No comprendían
que en él operaba, como en cualquier revolucionaria legítimo, el deseo de
conseguir el fin de la esclavitud por la lacra social que ésta representaba"
[8] Prieto Alfredo "Un historiador sin
archivos es un repetidor o refritador de otros (Conversación con Rolando
Rodríguez)" La letra del escriba No 66 Enero-Febrero 2008 p. 6
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