La sociedad civil estatal, de Crematorio a Panamá
Hace pocos días
vi la película Crematorio, en fin… el mal,
de Juan Carlos Cremata. De alrededor de treinta y dos minutos y guion del mismo
J. C. Cremata y Carlos Lechuga, pone en escena el velorio de un miliciano,
viejo e intransigente, que repudió en vida las elecciones vitales de los
miembros de su familia.
Coincidente con
mi tardía asistencia a la película de Cremata –fue realizada en 2013-, el
estado cubano organizó el Foro de la Sociedad Civil Cubana, que sesionó el
pasado 17 de marzo en la Casa de las Américas y la Casa del ALBA cultural. El
Foro y la publicidad que recibió de nuestros medios de difusión, encaminados a
mostrar a la sociedad civil como un haz de asociaciones “revolucionarias” o “nuestras", buscan conformar una nutrida “tropa de choque” que
asista a la Cumbre de las Américas, de la Ciudad de Panamá en la que estarán presentes organizaciones de la sociedad
civil no oficial de la isla.
Al leer algunas
de las organizaciones devenidas de la noche a la mañana miembros de la sociedad
civil cubana, no pude dejar de pensar en la película de Juan Carlos Cremata y
la delirante cohorte que acompaña el velorio del intransigente miliciano.
Asisten a la ceremonia mortuoria sus compañeros de la Asociación de
Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), reporteros de la Unión de
Periodistas de Cuba (UPEC), la de vigilancia del Comité de Defensa de la
Revolución (CDR), el albañil, la emigrada, la doctora, los travestis y el
babalawo con sus acompañantes. Todos ansiosos por obtener algo de las
miserables sobras vitales del difunto.
No dice la prensa que estuviera, entre los
movimientos civiles asistentes, la Cruz Roja Cubana, uno de cuyos vigorosos
miembros supo echar mano de su camilla los días que su ex santidad Benedicto
XVI visitó nuestro país y golpear con ella a un ciudadano que pedía libertad y
derechos humanos. No parece que estuviera tampoco el Contingente Blas Roca
Calderío, centenares de trabajadores de la construcción que fueron lanzados, en
agosto de 1994, contra los hambrientos cubanos que salieron a protestar por la
precariedad bárbara con que el castrismo se asegura su gobernabilidad. Tampoco
decía el periódico que estuvieran presentes trabajadores del puerto de
la Habana, de la catadura de los que condujeron, el 13 de julio de 1994, los
buques Polargo con los cuales hundieron el remolcador 13 de marzo y asesinaron a
cerca de cuarenta personas, entre ellos diez niños.
Pero estaba la
FEEM, la organización de los estudiantes de la enseñanza media. Menores de edad
a los que las instituciones represivas cubanas no tienen reparo alguno para
sacarlos de las escuelas y llevarlos a mítines de repudio sin el permiso de sus
padres. Como hicieron el 10 de diciembre de 2013, frente a la casa de Antonio
Rodiles, cuando pusieron en escena un sórdido acto de repudio al son de Arnaldo
y su Talismán -¿estaría Arnaldo entre los representantes de la sociedad civil
estatal?- que concluyó con una miserable paliza contra Antonio Rodiles, como
refleja el documental Gusano
realizado por aquellos días.
En esa sociedad
civil estatal se alternan miembros honorables de nuestro país y quizás
asociaciones y fundaciones de respetables resultados, con sátrapas
tradicionales que en su cobijo buscan parecer lo que no son, verdaderos lobos
con piel de oveja.
Boris González Arenas
Aparecido en 14 y medio con el título: La sociedad civil estatal y sus aguerridas tropas
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