lunes, 18 de mayo de 2015

   La sociedad civil estatal, de Crematorio a Panamá


                                   
Hace pocos días vi la película Crematorio, en fin… el mal, de Juan Carlos Cremata. De alrededor de treinta y dos minutos y guion del mismo J. C. Cremata y Carlos Lechuga, pone en escena el velorio de un miliciano, viejo e intransigente, que repudió en vida las elecciones vitales de los miembros de su familia.
Coincidente con mi tardía asistencia a la película de Cremata –fue realizada en 2013-, el estado cubano organizó el Foro de la Sociedad Civil Cubana, que sesionó el pasado 17 de marzo en la Casa de las Américas y la Casa del ALBA cultural. El Foro y la publicidad que recibió de nuestros medios de difusión, encaminados a mostrar a la sociedad civil como un haz de asociaciones “revolucionarias” o “nuestras", buscan conformar una nutrida “tropa de choque” que asista a la Cumbre de las Américas, de la Ciudad de Panamá en la que estarán presentes organizaciones de la sociedad civil no oficial de la isla.          
Al leer algunas de las organizaciones devenidas de la noche a la mañana miembros de la sociedad civil cubana, no pude dejar de pensar en la película de Juan Carlos Cremata y la delirante cohorte que acompaña el velorio del intransigente miliciano. Asisten a la ceremonia mortuoria sus compañeros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), reporteros de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la de vigilancia del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), el albañil, la emigrada, la doctora, los travestis y el babalawo con sus acompañantes. Todos ansiosos por obtener algo de las miserables sobras vitales del difunto.
De manera semejante estuvieron en la Casa de las Américas y la Casa del ALBA cultural la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y la Unión Nacional de Juristas.
 No dice la prensa que estuviera, entre los movimientos civiles asistentes, la Cruz Roja Cubana, uno de cuyos vigorosos miembros supo echar mano de su camilla los días que su ex santidad Benedicto XVI visitó nuestro país y golpear con ella a un ciudadano que pedía libertad y derechos humanos. No parece que estuviera tampoco el Contingente Blas Roca Calderío, centenares de trabajadores de la construcción que fueron lanzados, en agosto de 1994, contra los hambrientos cubanos que salieron a protestar por la precariedad bárbara con que el castrismo se asegura su gobernabilidad. Tampoco decía el periódico que estuvieran presentes trabajadores del puerto de la Habana, de la catadura de los que condujeron, el 13 de julio de 1994, los buques Polargo con los cuales hundieron el remolcador 13 de marzo y asesinaron a cerca de cuarenta personas, entre ellos diez niños.
Pero estaba la FEEM, la organización de los estudiantes de la enseñanza media. Menores de edad a los que las instituciones represivas cubanas no tienen reparo alguno para sacarlos de las escuelas y llevarlos a mítines de repudio sin el permiso de sus padres. Como hicieron el 10 de diciembre de 2013, frente a la casa de Antonio Rodiles, cuando pusieron en escena un sórdido acto de repudio al son de Arnaldo y su Talismán -¿estaría Arnaldo entre los representantes de la sociedad civil estatal?- que concluyó con una miserable paliza contra Antonio Rodiles, como refleja el documental Gusano realizado por aquellos días.
En esa sociedad civil estatal se alternan miembros honorables de nuestro país y quizás asociaciones y fundaciones de respetables resultados, con sátrapas tradicionales que en su cobijo buscan parecer lo que no son, verdaderos lobos con piel de oveja.
                                                                              Boris González Arenas

                Aparecido en 14 y medio con el título: La sociedad civil estatal y sus aguerridas tropas

                                     

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