martes, 21 de abril de 2015

El grupo y la muerte

                                      Yo lo vi / Francisco de Goya,              
                                      Tomado de:https://www.museodelprado.es/typo3temp/pics/2fee04e03d.jpg 
                                                         
No está bien, no está bien gritar hasta anular la voz del que numéricamente es inferior. Azuzar seres humanos hasta hacerles perder la razón. Instar al débil a encontrar fuerza en el grupo. Difuminar del individuo la compasión, la solidaridad y la paz.
Los gritos de la delegación cubana impidiendo la realización de las actividades organizadas a tenor del Foro de la sociedad civil de las Américas avergüenzan a la sensatez y la razón. Orgullo deben sentir los cubanos que no fueron convocados a participar de la delegación de la sociedad civil estatal. Toda vez que un aficionado del castrismo es ignorado, un cobarde no es llamado, un colaborador falta a su cita, se salva un poco. Aumenta la absorción de los minerales en su proceso de digestión, las líneas de la cobertura moral en su móvil, la nitidez de sus rasgos en las fotos de familia.
Al ver el guion de la sociedad civil estatal, algunos especulamos sobre cuál 
sería la suerte de la anunciada visita de Raúl Modesto, el dictador cubano
Cuesta recuperarse de la sorpresa. Paramilitares cubanos apostados en torno de la delegación cubana en el Hotel El Panamá, donde en la mañana del viernes nueve de abril acosaron como fieras a miembros de otra parte de la sociedad civil cubana y cuanto asistente al foro pedía respeto. Eusebio Leal declarando días antes que nunca dará el primer golpe físico ni verbal, Abel Prieto instando a demostrar que Cuba no está controlada por el gobierno y los gritos, los golpes, el escarnio, el repudio, el paredón.

Edwin Cabrera, el estimado periodista panameño de Televisión Nacional (TVN) llamó a respetar a su país. Denunció la actitud del embajador cubano que declaraba que hasta que no salieran los mercenarios no habría evento y mostró, finalmente, los golpes que recibió en las piernas, pues la turba del castrismo pateaba para evitar que las cámaras les registraran los puñetazos.
Dentro de la delegación estatal vi a varios conocidos pero no me atreví a acercármeles. Ninguna de las reacciones presumibles a mi acercamiento la quería provocar. Ni el repudio, ni la vergüenza. Pero de nuevo en Cuba, lamento que sabrán que estuve allí y que los vi, lo sabrán cuando todo esto haya terminado, el evento, la dictadura, el castrismo, lo sabrán aun cuando nos miremos a los ojos sin asomo de rencor ni miedo, y lo siento.
¿Por qué mandó Raúl Castro a insultar Panamá de esa manera? Un evento se prepara con tiempo, una cita continental lleva un despliegue de seguridad, financiero, laboral inmensos, ¿por qué deshacerlo de forma tan necia? Fue un espectáculo goyesco, yo lo vi.
                       hay seres que en su muerte se van cobrando la existencia de los otros
 El pasado año, en el congreso de estudios latinoamericanos (LASA) que se celebró en la ciudad de Chicago, había igualmente una delegación oficial, y asistentes que no lo éramos. Allí asistí a la conferencia de uno de ellos. No estuve de acuerdo con alguno de los puntos de su intervención y en el pasillo conversamos. En mis preguntas se notaba mi posición intelectual. Luego me dio su correo y cuando vi que era una dirección oficial, tan oficial que trabaja en el Consejo de Estado de Cuba, decliné su invitación. Le comenté que yo me oponía al gobierno cubano y que no quería hacerle daño estableciendo comunicación por esa vía. Recuerdo que sonrió, no sé si agradeciéndome mi delicadeza o por corrección diplomática. Días atrás leí un artículo de él en la prensa cubana, a mi entender no era bueno, pero era el mejor de los que allí aparecía.
Ahora lo he podido ver en las fotos como miembro de la sociedad civil estatal. Primero lo vi serio y me alegré de que no participara de la histeria que aparecía en la foto, pero ese grupo no se conformó para que sus miembros conservaran la sensatez. Días después, en un video que me enviaron, ya con el delirio crecido a niveles sorprendentes este joven, que no me dijo en Chicago “machete que son poquitos” ni “Este pasillo es de Fidel”, gritaba a voz en cuello, enarbolando una bandera cubana, poseído por la adrenalina y el miedo.
¿Por qué en Panamá y no en Estados Unidos? Hay respuestas y todas cubren de oprobio a los estrategas de aquel delirio.
Y llegó Raúl
Al ver el guion de la sociedad civil estatal, algunos especulamos sobre cuál sería la suerte de la anunciada visita de Raúl Modesto, el dictador cubano. Había dos opciones visibles, en una Raúl, molesto, declinaba a última hora visitar Panamá con el argumento de que allí estaban los terroristas, mercenarios, “poquitos a machetear” y el asesino del che. Respaldaba las declaraciones de sus compatriotas y se sumaba a la barbarie que promovió.
Vigorizaba de esa manera  la estructura antinorteamericana de Latinoamérica, de la cual el castrismo es nervio, corazón y cerebro. Nicolás Maduro sonreía satisfecho, sin que supiéramos si lo hacía él o el doble que estrenó en la cita, Rafael Correa mentía con más ímpetu y Cristina Kirchner anunciaba el fin de su discurso dos o tres veces más sin conseguirlo.
 En otra, Raúl descendía del avión y se comportaba como un caballero, conversaba amablemente con Barack Obama, hacía alguna broma planificada y leía su discurso sin asomo de responsabilidad por el espectáculo que horas antes habían conducido sus entenados.
El dictador cubano optó por la segunda opción, era previsible y la duda solo la había sembrado el exagerado frenesí de sus reclutas. También el que Barack Obama se reuniera con Laritza Diversent y Manuel Cuesta Morúa, dos de los objetivos de la sociedad vil, el día antes de reunirse con el dictador cubano.
Pero Raúl Castro no comenzó un distanciamiento tan delicado del campo que Cuba señorea, el de la denuncia irracional de los Estados Unidos, para recular de modo tan inconsistente. Usó una vez más a sus compatriotas, como en la Sierra Maestra, las campañas militares en África, las Marchas del pueblo combatiente, el socialismo para siempre, y por medio de esta crisis de los mandriles que llevó a Panamá, apareció como el hombre conciliador, respetable, incluso respetuoso.
Lo que hemos visto en la Cumbre de las américas es una actualización del modelo demagógico, el grupo utilizado para embotar al individuo, diluirlo en el balado y exaltar al líder. La deificación del dictador por el descredito de la masa. Hay seres que en su muerte se van cobrando la existencia de los otros, y hay naturalezas subordinadas que se vigorizan donando partes de sí para que las devoren sus superiores. Es extraño el espectáculo de la vida y nunca termina de sorprendernos.

                                                   Aparecido en Diario de Cuba el 15 de abril de 2015

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