Yo lo vi / Francisco de Goya,
Tomado de:https://www.museodelprado.es/typo3temp/pics/2fee04e03d.jpg
No está bien, no está bien gritar
hasta anular la voz del que numéricamente es inferior. Azuzar seres humanos
hasta hacerles perder la razón. Instar al débil a encontrar fuerza en el grupo.
Difuminar del individuo la compasión, la solidaridad y la paz.
Los gritos de la delegación cubana
impidiendo la realización de las actividades organizadas a tenor del Foro de la
sociedad civil de las Américas avergüenzan a la sensatez y la razón. Orgullo deben
sentir los cubanos que no fueron convocados a participar de la delegación de la
sociedad civil estatal. Toda vez que un aficionado del castrismo es ignorado,
un cobarde no es llamado, un colaborador falta a su cita, se salva un poco.
Aumenta la absorción de los minerales en su proceso de digestión, las líneas de
la cobertura moral en su móvil, la nitidez de sus rasgos en las fotos de
familia.
Al ver el guion de la sociedad civil estatal, algunos especulamos sobre cuál
sería la suerte de la anunciada visita de Raúl Modesto, el dictador cubano
Cuesta recuperarse de la sorpresa.
Paramilitares cubanos apostados en torno de la delegación cubana en el Hotel El
Panamá, donde en la mañana del viernes nueve de abril acosaron como fieras a
miembros de otra parte de la sociedad civil cubana y cuanto asistente al foro
pedía respeto. Eusebio Leal declarando días antes que nunca dará el primer
golpe físico ni verbal, Abel Prieto instando a demostrar que Cuba no está
controlada por el gobierno y los gritos, los golpes, el escarnio, el repudio,
el paredón.
Edwin Cabrera, el estimado periodista
panameño de Televisión Nacional (TVN) llamó a respetar a su país. Denunció la
actitud del embajador cubano que declaraba que hasta que no salieran los
mercenarios no habría evento y mostró, finalmente, los golpes que recibió en
las piernas, pues la turba del castrismo pateaba para evitar que las cámaras
les registraran los puñetazos.
Dentro de la delegación estatal vi
a varios conocidos pero no me atreví a acercármeles. Ninguna de las reacciones
presumibles a mi acercamiento la quería provocar. Ni el repudio, ni la
vergüenza. Pero de nuevo en Cuba, lamento que sabrán que estuve allí y que los
vi, lo sabrán cuando todo esto haya terminado, el evento, la dictadura, el
castrismo, lo sabrán aun cuando nos miremos a los ojos sin asomo de rencor ni
miedo, y lo siento.
¿Por qué mandó Raúl Castro a insultar
Panamá de esa manera? Un evento se prepara con tiempo, una cita continental
lleva un despliegue de seguridad, financiero, laboral inmensos, ¿por qué
deshacerlo de forma tan necia? Fue un espectáculo goyesco, yo lo vi.
hay seres que en su muerte se van cobrando la existencia de los otros
El pasado año, en el congreso de estudios
latinoamericanos (LASA) que se celebró en la ciudad de Chicago, había
igualmente una delegación oficial, y asistentes que no lo éramos. Allí asistí a
la conferencia de uno de ellos. No estuve de acuerdo con alguno de los puntos
de su intervención y en el pasillo conversamos. En mis preguntas se notaba mi
posición intelectual. Luego me dio su correo y cuando vi que era una dirección
oficial, tan oficial que trabaja en el Consejo de Estado de Cuba, decliné su
invitación. Le comenté que yo me oponía al gobierno cubano y que no quería
hacerle daño estableciendo comunicación por esa vía. Recuerdo que sonrió, no sé
si agradeciéndome mi delicadeza o por corrección diplomática. Días atrás leí un
artículo de él en la prensa cubana, a mi entender no era bueno, pero era el
mejor de los que allí aparecía.
Ahora lo he podido ver en las fotos
como miembro de la sociedad civil estatal. Primero lo vi serio y me alegré de
que no participara de la histeria que aparecía en la foto, pero ese grupo no se
conformó para que sus miembros conservaran la sensatez. Días después, en un
video que me enviaron, ya con el delirio crecido a niveles sorprendentes este
joven, que no me dijo en Chicago “machete que son poquitos” ni “Este pasillo es
de Fidel”, gritaba a voz en cuello, enarbolando una bandera cubana, poseído por
la adrenalina y el miedo.
¿Por qué en Panamá y no en Estados
Unidos? Hay respuestas y todas cubren de oprobio a los estrategas de aquel
delirio.
Y llegó Raúl
Al ver el guion de la sociedad civil
estatal, algunos especulamos sobre cuál sería la suerte de la anunciada visita
de Raúl Modesto, el dictador cubano. Había dos opciones visibles, en una Raúl,
molesto, declinaba a última hora visitar Panamá con el argumento de que allí
estaban los terroristas, mercenarios, “poquitos a machetear” y el asesino del
che. Respaldaba las declaraciones de sus compatriotas y se sumaba a la barbarie
que promovió.
Vigorizaba de esa manera la estructura antinorteamericana de Latinoamérica,
de la cual el castrismo es nervio, corazón y cerebro. Nicolás Maduro sonreía
satisfecho, sin que supiéramos si lo hacía él o el doble que estrenó en la cita,
Rafael Correa mentía con más ímpetu y Cristina Kirchner anunciaba el fin de su
discurso dos o tres veces más sin conseguirlo.
En otra, Raúl descendía del avión y se comportaba
como un caballero, conversaba amablemente con Barack Obama, hacía alguna broma
planificada y leía su discurso sin asomo de responsabilidad por el espectáculo
que horas antes habían conducido sus entenados.
El dictador cubano optó por la
segunda opción, era previsible y la duda solo la había sembrado el exagerado
frenesí de sus reclutas. También el que Barack Obama se reuniera con Laritza
Diversent y Manuel Cuesta Morúa, dos de los objetivos de la sociedad vil, el
día antes de reunirse con el dictador cubano.
Pero Raúl Castro no comenzó un
distanciamiento tan delicado del campo que Cuba señorea, el de la denuncia
irracional de los Estados Unidos, para recular de modo tan inconsistente. Usó
una vez más a sus compatriotas, como en la Sierra Maestra, las campañas
militares en África, las Marchas del pueblo combatiente, el socialismo para
siempre, y por medio de esta crisis de los mandriles que llevó a Panamá,
apareció como el hombre conciliador, respetable, incluso respetuoso.
Lo que hemos visto en la Cumbre de
las américas es una actualización del modelo demagógico, el grupo utilizado
para embotar al individuo, diluirlo en el balado y exaltar al líder. La
deificación del dictador por el descredito de la masa. Hay seres que en su
muerte se van cobrando la existencia de los otros, y hay naturalezas
subordinadas que se vigorizan donando partes de sí para que las devoren sus
superiores. Es extraño el espectáculo de la vida y nunca termina de
sorprendernos.
Aparecido en Diario de Cuba el 15 de abril de 2015
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