Diálogo o monólogo es un escrito del historiador cubano Newton Briones Montoto y fue publicado en la revista Espacio laical (No 3/2014). Lo recomiendo especialmente, porque en mi opinión Ramón Grau San Martín fue, junto con Tomás Estrada Palma, la figura más honorable al frente del estado cubano hasta el presente. Sé que desconozco a Mario García Menocal y Manuel Urrutia, pero llamarlos a ellos los más honorables no significa que otros presidentes no lo hayan sido.
Alfredo Zayas, Gerardo Machado, Fulgencio Batista y Fidel Castro sin dudas no lo fueron. Tampoco lo es Raúl Castro, cualesquiera que hayan sido las causas que originaron sus vicios.
Pero repito, es mi opinión. Mi acercamiento a Ramón Grau San Martín es discreto, pues en Cuba hay muy poco bibliografia sobre este hombre extraordinario.
En este artículo Newton Briones Montoto habla con conocimiento, pero además con una lucidez y valentía que no es este el lugar para detallarlos, ya me he extendido demasiado y el mérito de este escrito es del magnífico historiador cubano.
El artículo publicado en la revista Espacio Laical Justicia al
profeta, sobre Ramón Grau San Martín, generó comentarios y preguntas. Unos
para ensalzar el artículo y otros para criticar aspectos acerca de la actuación
del presidente. En general, muchos lectores se asombraron por el
desconocimiento que tenían sobre este hombre. No sabían que había estado preso
por oponerse al gobierno de Gerardo Machado y menos que había adquirido
tuberculosis en la prisión de Isla de Pinos. Tampoco conocían de su actividad
como profesor universitario, de su brillante carrera como médico y sus títulos
científicos relevantes. Sin embargo, con los pocos elementos en su haber tenían
formado un juicio sobre su trayectoria política más cercano a lo malo que a lo
bueno debido a teorías construidas con intenciones políticas que intentan
explicarlo todo, casi siempre, después de ocurridos los hechos. Pero los pocos
elementos aportados en el artículo los hizo dudar sobre sus criterios
anteriores. Los lectores diferían de la actuación de Grau y de algunas
decisiones tomadas durante las dos ocasiones en que se desempeñó como
presidente de la República. Uno de los aspectos polémicos, sobre el que muchos
lectores insistían, era haberle perdonado la vida a Batista. Otro era no haber
actuado enérgicamente contra el bonche en su segundo mandato. Hay algunos
comentarios sueltos que no resultan importantes para fijar la atención en
ellos.
Repasemos el primer asunto, haberle perdonado la vida a Batista.
El 3 de noviembre de 1933 se llevó a cabo una reunión en casa del periodista y
ex pentarca Sergio Carbó. Los antecedentes de ese hecho tuvieron antes un
itinerario. El 2 de noviembre de 1933 Sergio Carbó y Batista habían hablado con
Carlos Prío en la casa del primero, dada la condición de este de presidente de
la Agrupación Revolucionaria de Cuba. Cuando ambos le plantearon que Grau
debía renunciar, Prío les contestó:
-Es indispensable convocar a una reunión en la que él esté
presente.
El autoritarismo es una forma de gobernar que se apoya exclusivamente en la fuerza de la autoridad
Al conocer esto por el propio Prío, el Presidente, muy
encolerizado, manifestó su decisión de dimitir, pero los miembros del
Directorio Estudiantil Universitario le pidieron que asistiera al día siguiente
a una reunión con los integrantes de la Agrupación Revolucionaria de Cuba,
Carbó y el coronel Batista. Grau pensaba que era una falta de respeto de
Batista solicitar su renuncia como Presidente.
-El antiguo sargento está tan envalentonado -se dijo- que se ha
atrevido a hablar con Prío. Pues tendrá que vérselas conmigo.
Cuando Antonio Guiteras se enteró de la maniobra, les expresó a
Pedro Vizcaíno y a Juan Antonio Casariego que debían prepararse para ajusticiar
al flamante coronel. La reunión del 3 de noviembre también se celebró en la
casa de Sergio Carbó. Al tener delante a Batista, Grau lo conminó de manera
tajante y directa:
-Coronel, ¿podría usted explicarme sus conversaciones privadas con
el embajador norteamericano Sumner Welles y los líderes de la oposición a
espaldas del gobierno? Batista se había preparado para argumentarle su solitud
de renuncia, pero al oír esa acusación se revolvió con ansiedad en la butaca.
Extrajo un pañuelo del bolsillo, se lo pasó por la cara, y en tono balbuceante
y con los ojos llenos de lágrimas expresó su lealtad al gobierno y terminó
exclamando en actitud sumisa:
-¡Señor Presidente, ha habido una mala interpretación!
Ahora Batista seguía el
mismo procedimiento que utilizara con Torres Menier cuando este lo contactara
el 4 de septiembre antes de la reunión de la mañana: mostró obediencia y le
restó importancia al asunto; después, tendría las manos libres para actuar. Al
final de la reunión Grau le planteó:
-Usted ha asumido una
actitud que merece la destitución, lo que no voy a hacer debido a sus méritos
del 4 de septiembre.
Este fue el elemento que imposibilitó la ejecución de Batista por
los colaboradores de Guiteras, quien no había sido invitado a la reunión por no
pertenecer a la Agrupación Revolucionaria de Cuba; no obstante, se mantuvo
cerca de la casa de Carbó. Más tarde decidió entrar y conoció la actitud
asumida por el coronel. Al retirarse, sobre las 2 de la madrugada, le manifestó
a uno de sus allegados:
-Batista es doblemente peligroso a partir de hoy, pues ha sido
alertado y sabe que rebasó de milagro esta situación.
Este es el hecho criticado por algunos historiadores. Debo admitir
que yo también pensé igual cuando escribí Aquella decisión callada, donde está
narrado este pasaje. Consideraba un error no haberlo ajusticiado. El tiempo me
hizo variar de opinión; los mismos ojos no ven igual a los 30 que a los 60.
Aunque en realidad uno no ve con los ojos sino con la cabeza. También deben de
haber intervenido en la reconsideración otros factores: un mayor conocimiento
de la política y un mejor juicio acerca de la cultura de los cubanos, donde el
autoritarismo y la ausencia de diálogo están entre los patrones asumidos.
Nuestro aprendizaje autoritario nos viene de los 400 años de gobierno de la
Metrópoli. Los capitanes generales encargados del orden y de impartir justicia,
siempre favorecían a la Metrópoli en detrimento de la colonia. Se imponían por
la fuerza y utilizaban el destierro o la muerte como opción a quienes pensaban
diferente. A pesar de haber elegido delegados para hablar en las Cortes
españolas nunca se les permitió ejercer. El diálogo no les beneficiaba,
preferían el monólogo. El autoritarismo es una forma de gobernar que se apoya
exclusivamente en la fuerza de la autoridad. Cuando prima esa estructura mental
el diálogo no entra a ser considerado y menos el consenso.
Cuando el autor dice: pudo pensar, la frase está más
cerca de la adivinación que de la historia
El historiador Rolando Rodríguez también piensa que Batista debió
ser ajusticiado entonces. Sus inferencias van más allá y en su libro La
revolución del 30 no se fue a bolina dice: “A Curti ya le había dicho: De aquí
tenemos que irnos, pero ya volveremos”. Por eso, deseaba hacerlo sin tener
manchadas las manos con la sangre de nadie, de Batista ni de ningún otro.
Incluso,
pudo pensar que dejando a Batista podía
conseguir librarse del DEU y entenderse con Welles. Ese era el fondo del
espíritu de conciliación que lo animó a toda hora y que le abriría el camino
para escapar de su propio gobierno”1 . Cuando el autor dice: pudo pensar, la
frase está más cerca de la adivinación que de la historia. La conclusión no es
acertada al no ser lógica. Si Grau hubiera querido dejar en el poder a Batista,
librarse del DEU y entenderse con Welles, no habría tenido que irse, solo
habría tenido que ponerse de acuerdo con ellos. Cuando Grau dejó el poder en
enero de 1934, Batista no lo protegió y debió exilarse. Lo previsto por Rolando
Rodríguez no sucedió, lo que confirma el error en la apreciación. Nicolás
Maquiavelo dio su opinión sobre este aspecto: “Ciertamente no puede llamarse
virtud asesinar a los conciudadanos, traicionar a los amigos, no tener ni buena
fe, ni piedad, ni religión, condiciones con las cuales se puede conquistar la
soberanía, pero no adquirir la gloria”2.
Veamos otro hecho, acaecido en 1947, y así poder apreciar cómo
actuaba Grau. De esta manera el lector tendrá más elementos sobre la decisión
de Grau de perdonar a Batista. Es una situación parecida, de desobediencia, que
tiene al mismo presidente como protagonista, aunque el oponente es otro. Grau
no utilizó la fuerza contra Batista y tampoco la utilizaría después contra un
estudiante opuesto a su gobierno. Corría el año 1947, para ser más preciso el
mes de octubre, cuando una tormenta política estaba en desarrollo. El actor
principal de la saga lo desempeñaba el ministro de Educación, José Manuel
Alemán. El 1° de octubre el Senado de la República aprobó por 31 votos contra
12 una moción de desconfianza contra el ministro de Educación. Grau debió
removerlo. Todo el esfuerzo de José Manuel Alemán de fabricarse un capital
económico y político presidenciable se le vino abajo en un santiamén. Para el
contratiempo tenía una respuesta: enaltecer su imagen. Sus partidarios se
dieron a la tarea de realizar un acto de desagravio por su obra al frente del
Ministerio de Educación. Convocaron a una concentración popular frente a la
estatua de Máximo Gómez para el 9 de octubre. Se puso en acción una campaña de
relaciones públicas y fue planificada una manifestación. El ex ministro de
Comercio, César Casas, vino desde Matanzas con una caravana de 50 automóviles
para participar en el agasajo. Un carro altoparlante abría el camino vertiendo
loas sobre José Manuel Alemán y convocando a sus acólitos al acto. Al pasar
frente al Instituto de La Habana varios estudiantes se acercaron a uno de los
autos para arrancarle los pasquines que exhibían la foto de Alemán. El
conductor del vehículo disparó su pistola y dejó sin vida al joven de 24 años
Carlos Martínez Junco, estudiante de la Facultad de Ciencias Comerciales de la
Universidad de La Habana. El autor del disparo, Orlando Simón Casas, sobrino
del ex ministro César Casas, fue detenido y confesó su culpa.
Mi interés sobre los hechos ocurridos en esta época se debió a mi
libro Dinero maldito. El asalto a un banco en 1948 me obligó a investigar si la
acusación de la oposición sobre la participación gubernamental en el asalto era
real. Intentaba acercarme a la realidad de la época. Recopilé información sobre
el gobierno, aunque debo confesar que iba indispuesto hacía la figura de Ramón
Grau San Martín. Sobre el hecho ocurrido en esa fecha, 10 de octubre de 1947,
encontré datos no ofrecidos por otros investigadores. Descubrí otras verdades
ocultas y ello causó un efecto contrario en mi ánimo. Confirmé que detrás de
cada historia subyace otra interesante y tanto o más elocuente. Corroboré lo
difícil que resulta atrapar la verdad y ser objetivo, acostumbrados como estamos
a venerar héroes que no son tan honorables como muchos hubiéramos querido
creer. Y la figura de Grau aparecía más cerca del diablo y más alejada de los
ángeles. Los seres humanos tienen, como siempre han tenido, la necesidad de
soñar. Quieren creer en héroes, quizás por la escasez de ellos y la necesidad
de un guía.
Estos fueron los datos encontrados en mi investigación. El cuerpo
del fallecido, Carlos Martínez Junco, fue llevado al Hospital de Emergencias
para los trámites pertinentes. En el lugar se presentó Alejo Cossío del Pino,
ministro de Gobernación, conversó con los familiares del difunto y les pidió
que no hicieran denuncia. También se presentaron en el lugar los estudiantes
con parecida intención. Les pidieron a los familiares velarlo en el Instituto
de La Habana, pero estos se negaron, pues no querían que fuera utilizado como
instrumento político, aunque por su condición de alumno de la Universidad le
correspondía la colina universitaria. Inmediatamente los estudiantes decretaron
duelo estudiantil y se paralizaron las actividades docentes en algunos
planteles. Cuando llegó el momento de trasladar el cadáver a la funeraria
alguien sacó una pistola y encañonó al chofer del carro fúnebre, conminándolo a
dirigirse al Instituto de La Habana. El autor de la amenaza era el estudiante
de Agronomía José Buján Balbuena3 . Al día siguiente el cadáver de Carlos
Martínez Junco fue expuesto en el Instituto de La Habana y no en la Universidad
o en la funeraria, como querían los familiares. En la entrada del plantel un
cartel rezaba: “Carlos Martínez asesinado por los esbirros de José Manuel
Alemán”.
Una manifestación con la camisa ensangrentada del occiso se
dirigió hasta el Palacio Presidencial. En señal de duelo iban con la cabeza
baja4 . Algunos se encaramaron en la parte de la muralla que da a la terraza
norte de palacio. Hablaron Fidel Castro5 , Lionel Soto y otro estudiante6 . Los
gritos de «¡Grau, bandido!», «¡Grau, tirano!» y «¡Grau, asesino!», atronaban el
espacio. El presidente Grau San Martín se encontraba en su despacho de Palacio.
A través de la persiana lo vio y lo oyó todo. Contempló a los estudiantes
lanzando sus protestas. “¡Grau, sal y contempla tu obra!”, gritaban.
Grau le contó a su ministro de Gobernación, Segundo Curti, el
episodio de ese día7. El presidente le dio órdenes al capitán Angueiras, jefe
de la policía de Palacio, de proteger a los estudiantes hasta tanto estos no
adoptaran una actitud de agresión contra el inmueble. Entonces cabe inferir: si
Grau hubiera matado a Batista, siguiendo la práctica establecida de eliminar a
los opositores, cabría la posibilidad de haber matado también a Fidel Castro.
Para esa fecha, 10 de octubre de 1947, la CIA llevaba tres meses de creada. De
haber ocurrido este crimen 40 años después, por los procedimientos que han
empleado, la culpa se le habría podido adjudicar al gobierno de Estados Unidos.
Las aceras y calles de la plaza quedaron pintadas con grandes
letreros que repetían los epítetos proferidos contra Grau. Semanas después,
allí seguían. El presidente había dado órdenes de que no los borraran. ¿No era
acaso el mejor monumento que podía erigirse a su tolerancia democrática?
Además, ¿no había dicho él que proponía «curar los males de la libertad con más
libertades?»
Sobre el bonche y el
gansterismo
El bonche y el gansterismo constituyen otro aspecto señalado por
algunos lectores. Todos coinciden en apuntar que aquello pudo evitarse. A esto
debo una respuesta, porque también tuve en su momento la misma preocupación.
Los grupos organizados bajo diferentes nombres dirimían sus intereses en plena
calle y con la pistola en la mano. También aproveché las entrevistas que le
hice a Segundo Curti y le pregunté sobre la falta de firmeza para evitar una
imagen tan poco favorable. A veces no fui muy delicado con él y le hice
preguntas embarazosas sin tomar en cuenta sus más de 85 años de edad. Cuando le
mencionaba a Grau, utilizaba la expresión: “Santo Varón”. Yo no digería el
término utilizado y lo aceptaba por respeto a Curti. Mascaba, pero no tragaba;
estaba tan intoxicado como los demás con la figura del ex presidente. Le
pregunté por qué el gobierno no pudo detener ese triste espectáculo de las
pandillas enfrentándose en las calles. Hasta le insinué flojedad en el
gobierno. Y me respondió con mucha paciencia: “con la óptica de hoy, 1993, no
podrán entender aquello. Para juzgar la época es necesario incorporar algunos
elementos que pueden haber quedado fuera de las explicaciones tradicionales. El
poder judicial no estaba subordinado al ejeCurtivo. Los jueces, a su vez,
tenían miedo de condenar a alguien con posibilidades de vengarse después.
Exigían a las autoridades policiales pruebas muy concretas sobre los acusados.
Por lo general no aparecían estas pruebas ylos acusados eran puestos en
libertad. Fui en persona a los juzgados y no logré evitarlo”, me dijo Curti. “A
veces las cosas no son tan simples como uno cree, Newton”, y agregó: “En una
ocasión alguien me visitó en el ministerio de Gobernación y me insinuó acabar
con los pandilleros. Entonces, hizo un gesto con la mano alrededor del cuello
que significaba liquidarlos. -¡Yo no estoy aquí para matar a nadie!”, dijo Curti.
“Si me vienes a ver en otra ocasión no me traigas ideas absurdas como esa”.
Por eso cuando triunfó la Revolución no tuvo miedo de quedarse a vivir
en Cuba. Al no tener enemigos permaneció en la Isla durante 41 años, hasta el
14 de febrero del año 2000, cuando falleció. Durante mi investigación para el
libro General regreso pude conocer otros detalles complementarios sobre el
bonchismo. Apoyando a los grupos en pugna había individuos con importantes
cargos: jefes militares, jefes de policía, políticos, senadores y
representantes. Ellos se protegían apoyando a los bandos en pugna. El nombre
utilizado para estos casos es conocido ahora como tráfico de influencia. Quedan
todavía muchos agujeros negros sobre el período. Es necesario seguir
investigando para arribar a la misma conclusión de otros autores o una
diferente. Porque aún se sigue pensando igual sobre el gobierno de Grau: “una
frustración plagada de corrupción y gansterismo”. Ante la insistencia de los
criterios presiento una justificación de explicar la razón de la lucha. Expongo
otras historias sobre el expresidente para ayudar a la comprensión de un juicio
equilibrado y definitivo.
En enero de 1935 se encontraba exiliado en Estados Unidos. La
oposición a Batista aumentaba cada vez más. Distintos grupos políticos se
proponían derrocarlo. La tónica del momento presagiaba un desenlace de sangre.
Alguien perteneciente a esos grupos solicitó una entrevista con Grau y se
trasladó a Miami con la encomienda de ofrecerle la presidencia provisional de
la República. Al llegar a Dinner Key, en el sur de la ciudad, donde los
hidroaviones acuatizaban, fue recibido por Segundo Curti. Se hospedó en el
Savoy Hotel. Momentos después de su arribo, se trasladaron ambos a la casa del
doctor Ramón Grau San Martín. El recién llegado ofreció información de lo que
ocurría en Cuba y notificó que la solución se obtendría por medio de una huelga
general y la instalación de un nuevo gobierno. Batista desaparecería y los
hombres encargados del poder convocarían a una Asamblea Constituyente.
Terminado el informe del recién llegado, surgió un brevísimo diálogo: “Doctor
Grau, tengo el encargo de notificarle, en nombre de los sectores, la propuesta
de que usted acepte ser, de nuevo, presidente provisional”. El jefe auténtico,
rápido y preciso, respondió: “No acepto. Deseo ser Presidente a través de unas
elecciones”.
Si nos atenemos a la sentencia de que en el amor y la política “todo
vale”, Grau cometió un error al no aprovechar esa oportunidad. Viéndolo desde
el ángulo cívico, fue un acierto. El visitante no hizo ningún comentario y la
entrevista llegó a su fin. Fue la última ocasión en que vieron al mensajero. Lo
asesinaron durante la huelga de marzo de 1935 8.
No era un cubano típico, era poco protagónico y poco autoritario, no dado a las hazañas amorosas ni a contar aventuras inconmensurables,
sino todo lo contrario
Todos pensamos que somos objetivos y justos a la hora de hacer un
juicio. No tomamos en cuenta nuestro aprendizaje, apegado a la cultura que
hemos bebido. Los 400 años de Metrópoli y colonia deben haber dejado huellas en
nuestra idiosincrasia. Sin embargo, Grau estaba situado en el otro extremo, en
la tolerancia y el diálogo. Ello debió influir en su decisión de figurar como
candidato en las elecciones de 1954. Alguien tan apegado a la civilidad no
pensaba en utilizar la fuerza. Y Batista no soltaría el poder por la fuerza de
la razón sino por la razón de la fuerza. Como toda moneda, consta de dos caras,
aunque nosotros utilizamos siempre una. No siempre su manera de ser, poco
agresiva y tolerante, lo situó en el camino correcto. La historia de Cuba, si
fuera contada como una novela, en uno de sus capítulos, el de 1868, se habría
repetido en 1933. En los dos capítulos, la manera de ser de Grau no hubiera
resuelto el problema de librarse de la opresión de España o de Batista. Quizás
en ello estribe no estar de acuerdo en el proceder contra Batista. Se ha dicho
y repetido que la salida del poder de Grau en 1934 se debió a un golpe de
estado. No, se debió a la manera de ser de Grau, preferir el diálogo al
monólogo. Batista descubrió su vulnerabilidad y la aprovechó para pedirle que
dejara el poder. Sabía que no iba a presentar batalla para mantenerse. ¿Dónde
se encuentra el justo medio para llegar a una valoración de si lo que hizo
estuvo bien o mal? Nadie tiene la sabiduría para saber cuándo se debe ser
autoritario y cuándo dialogar. Por lo general, todos respondemos un patrón, y
de acuerdo con ello aceptamos o rechazamos la acción del otro. Sí creo que
debió haberse tomado otra decisión con Batista en 1933: destituirlo. En mis largas
conversaciones con Segundo Curti repasamos muchas veces este pasaje. Curti
estuvo presente en la reunión del 3 de noviembre y por él supe los detalles.
Haber ajusticiado a Batista no pasaba por la cabeza de Ramón Grau San Martín. Y
la opinión de Curti es que de haberlo destituido se hubiera producido una
rebelión de los militares. El hecho debe ser repasado para llegar a una
conclusión equilibrada. Debe incluirse en el análisis a Grau como presidente y
a Guiteras como jefe superior de Batista. Si hubo error en la decisión, ellos
fueron los responsables.
prefirió el diálogo al monólogo y no fue ni ladrón ni asesino
Sobre Grau San Martín debe ser introducido un elemento poco
manoseado por la historia, su manera de ser. No respondía a los cánones
generales de nuestra cultura. No era un cubano típico, era poco protagónico y
poco autoritario, no dado a las hazañas amorosas ni a contar aventuras
inconmensurables, sino todo lo contrario. Solo su sentido del humor lo arrimaba
a la manera de ser de los cubanos. Hay un hecho de su vida que lo retrata. El
22 de octubre de 1931 Grau se encontraba preso en el Presidio Modelo de Isla de
Pinos por órdenes expresas de Gerardo Machado. En aquel lugar se enfermó de
tuberculosis. La familia pensó en cómo ayudarlo y se dirigió al doctor Presno,
médico de gran prestigio. Este le pidió al gobierno que liberara a Grau para
que pudiera tratar su enfermedad. Machado accedió a soltar a Grau para que se
curara, pero con la condición de que marchara al exilio y tomara el primer
vapor para España. El médico se dio cuenta de que Grau no soportaría un viaje
tan largo y logró que se cambiara España por Cayo Hueso, en Estados Unidos. En
el hospital de Lake Placids, donde fue internado, lo asistió una enfermera
llamada Enma Gueist. La suavidad de su tacto, la gentileza de su espíritu, la
forma en que su pelo caía alrededor de su cara cuando sonreía, hizo que el
paciente se enamorara de la enfermera. Alguien le preguntó mucho tiempo
después: -»Si la amabas, ¿por qué no te casaste con ella?». «Porque ella era
protestante y yo cató- lico», dijo Grau. «Mi madre no hubiera permitido jamás
un matrimonio entre nosotros, y yo no podía romper el corazón de mi madre”. Si
no fue capaz de transgredir la diferencia religiosa, menos tomaría una decisión
tan drástica contra Batista.
En 1944 Grau resultó electo presidente. Batista insinuó que se
quedaría en Cuba y Grau le comunicó que no le daría protección. El expresidente
tuvo que salir a vivir fuera de la Isla. Grau pudo haber aprovechado la ocasión
para brindarle protección y eliminarlo. No lo hizo. El profesor sabía mucho de
Medicina y quizás el tiempo no le alcanzó para leer a Maquiavelo y este consejo
a los futuros gobernantes: “y el hombre que quiere portarse en todo como bueno,
por necesidad fracasa entre tantos que no lo son, necesitando el príncipe que
quiere conservar el poder estar dispuesto a ser bueno o no, según las
circunstancias 9.
Quedan por contar otras historias sobre Grau que ayudarían a
entenderlo y a hacernos un juicio más ponderado de su paso por la política
cubana. Si alguien pudiera pensar que esta exposición responde a un interés
personal puedo agregar un dato concluyente: cuando Grau asumió el poder el 10
de octubre de 1944 yo tenía 3 años y 7 meses, nunca lo vi en persona ni le di
la mano. No defiendo a Grau como persona, aunque utilice muestras de sus
acciones para defender el diálogo. No obstante, la historia de Cuba ha
demostrado la existencia de inclinaciones diferentes. Sería bueno investigar
las causas que dieron pie a una imagen tan mala de Grau San Martín. Y cómo,
después de algunos argumentos favorables, las opiniones de los lectores
cambian. Grau como ser humano tuvo errores, no era perfecto. En otra ocasión
volveré a escribir sobre esas faltas. Sin embargo, prefirió el diálogo al
monólogo y no fue ni ladrón ni asesino.
Notas:
1- Rodríguez, Rolando, La revolución que no se fue a bolina. Edit.
Ciencias Sociales, 2013. Pág. 472
2- Maquiavelo, Nicolás, -Obras Políticas-,
-El Príncipe-, Colección Clásicos Individuales, Edit. El Ateneo, Buenos Aires,
1952, Pág. 452.
3- Max Lesnick y Alfredo Esquivel,
entrevista en el Hotel Nacional. 13 diciembre 1998.
4- Walterio Carbonell, entrevista en
la Biblioteca Nacional, 11 agosto 1993.
5- Blanco Castiñeira, Katiuska-Guerrillero
del TiempoEdit.-La Habana-Tomo I-Capítulo 08-Pág. 419-421.
6- Soto, Lionel, -De la Historia y
La Memoria-, Tomo 1, Editorial SI-MAR S.A., La Habana, 2006, Pág. 40-41.
7- Curti Messina, Segundo,
entrevista en su casa, 2 octubre de 1996. 8- Curti Messina, Segundo, -Memorias-
(Libro Inédito, existe copia en la Biblioteca Nacional), La Habana, Pág. 185.
9- Maquiavelo, Nicolás, -Obras Políticas-, -El Príncipe-, obra citada.
El otro artículo que sobre Ramón Grau San Martín publicó Newton B. Montoto y que cita en Diálogo o monólogo se llama Justicia al profeta (http://www.espaciolaical.org/contens/33/10814.pdf) y lo recomiendo igualmente. En respuesta a Justicia..., una persona llamada Latvia Gaspe Álvarez publicó un artículo un poco feo titulado Simuladores en nuestra historia (http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/19108-simuladores-en-nuestra-historia), de donde tomo la foto con que encabezo Diálogo o monólogo.
Newton B. Montoto le respondió a Latvia G. Álvarez en una carta publicada en el blog de Yohan González "Desde mi ínsula" (http://desdeminsulacuba.com/2013/07/24/respuesta-aclaratoria-de-newton-briones-a-latvia-gaspe-alvarez/). Recomiendo esta interesante polémica.
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ResponderEliminarFue un hombre valiente al que tuve la oportunidad de conocer en los años de l979 al 80 en su casa de calle 70 en el Municipio de Playa en La Habana, a pesar de ocupar carteras ministeriales tan importantes como el Ministerio de Gobernación y de Defensa en los gobiernos de Ramón Grau San Martín y Prio Socarras, no tuvo enemigos por lo que podía caminar por las calles de su barriada siendo queridos por todos, lamento no haber podido mantener más contactos por razones de la vida pues poseo parte de su sangre ya que era primo hermano de mi abuelo <luis <luciano Dallera Curtis.
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