jueves, 2 de abril de 2015

Diálogo o monólogo

Diálogo o monólogo es un escrito del historiador cubano Newton Briones Montoto y fue publicado en la revista Espacio laical (No 3/2014). Lo recomiendo especialmente, porque en mi opinión Ramón Grau San Martín fue, junto con Tomás Estrada Palma, la figura más honorable al frente del estado cubano hasta el presente. Sé que desconozco a Mario García Menocal y Manuel Urrutia, pero llamarlos a ellos los más honorables no significa que otros presidentes no lo hayan sido. 
Alfredo Zayas, Gerardo Machado, Fulgencio Batista y Fidel Castro sin dudas no lo fueron. Tampoco lo es Raúl Castro, cualesquiera que hayan sido las causas que originaron sus vicios.
Pero repito, es mi opinión. Mi acercamiento a Ramón Grau San Martín es discreto, pues en Cuba hay muy poco bibliografia sobre este hombre extraordinario. 
En este artículo Newton Briones Montoto habla con conocimiento, pero además con una lucidez y valentía que no es este el lugar para detallarlos, ya me he extendido demasiado y el mérito de este escrito es del magnífico historiador cubano. 



El artículo publicado en la revista Espacio Laical Justicia al profeta, sobre Ramón Grau San Martín, generó comentarios y preguntas. Unos para ensalzar el artículo y otros para criticar aspectos acerca de la actuación del presidente. En general, muchos lectores se asombraron por el desconocimiento que tenían sobre este hombre. No sabían que había estado preso por oponerse al gobierno de Gerardo Machado y menos que había adquirido tuberculosis en la prisión de Isla de Pinos. Tampoco conocían de su actividad como profesor universitario, de su brillante carrera como médico y sus títulos científicos relevantes. Sin embargo, con los pocos elementos en su haber tenían formado un juicio sobre su trayectoria política más cercano a lo malo que a lo bueno debido a teorías construidas con intenciones políticas que intentan explicarlo todo, casi siempre, después de ocurridos los hechos. Pero los pocos elementos aportados en el artículo los hizo dudar sobre sus criterios anteriores. Los lectores diferían de la actuación de Grau y de algunas decisiones tomadas durante las dos ocasiones en que se desempeñó como presidente de la República. Uno de los aspectos polémicos, sobre el que muchos lectores insistían, era haberle perdonado la vida a Batista. Otro era no haber actuado enérgicamente contra el bonche en su segundo mandato. Hay algunos comentarios sueltos que no resultan importantes para fijar la atención en ellos.
Repasemos el primer asunto, haberle perdonado la vida a Batista. El 3 de noviembre de 1933 se llevó a cabo una reunión en casa del periodista y ex pentarca Sergio Carbó. Los antecedentes de ese hecho tuvieron antes un itinerario. El 2 de noviembre de 1933 Sergio Carbó y Batista habían hablado con Carlos Prío en la casa del primero, dada la condición de este de presidente de la Agrupación Revolucionaria de Cuba. Cuando ambos le plantearon que Grau debía renunciar, Prío les contestó:
-Es indispensable convocar a una reunión en la que él esté presente.
                     El autoritarismo es una forma de gobernar que se apoya                                                               exclusivamente en la fuerza de la autoridad
Al conocer esto por el propio Prío, el Presidente, muy encolerizado, manifestó su decisión de dimitir, pero los miembros del Directorio Estudiantil Universitario le pidieron que asistiera al día siguiente a una reunión con los integrantes de la Agrupación Revolucionaria de Cuba, Carbó y el coronel Batista. Grau pensaba que era una falta de respeto de Batista solicitar su renuncia como Presidente.
-El antiguo sargento está tan envalentonado -se dijo- que se ha atrevido a hablar con Prío. Pues tendrá que vérselas conmigo.

Cuando Antonio Guiteras se enteró de la maniobra, les expresó a Pedro Vizcaíno y a Juan Antonio Casariego que debían prepararse para ajusticiar al flamante coronel. La reunión del 3 de noviembre también se celebró en la casa de Sergio Carbó. Al tener delante a Batista, Grau lo conminó de manera tajante y directa:
-Coronel, ¿podría usted explicarme sus conversaciones privadas con el embajador norteamericano Sumner Welles y los líderes de la oposición a espaldas del gobierno? Batista se había preparado para argumentarle su solitud de renuncia, pero al oír esa acusación se revolvió con ansiedad en la butaca. Extrajo un pañuelo del bolsillo, se lo pasó por la cara, y en tono balbuceante y con los ojos llenos de lágrimas expresó su lealtad al gobierno y terminó exclamando en actitud sumisa:
-¡Señor Presidente, ha habido una mala interpretación!
 Ahora Batista seguía el mismo procedimiento que utilizara con Torres Menier cuando este lo contactara el 4 de septiembre antes de la reunión de la mañana: mostró obediencia y le restó importancia al asunto; después, tendría las manos libres para actuar. Al final de la reunión Grau le planteó:
 -Usted ha asumido una actitud que merece la destitución, lo que no voy a hacer debido a sus méritos del 4 de septiembre.                               
Este fue el elemento que imposibilitó la ejecución de Batista por los colaboradores de Guiteras, quien no había sido invitado a la reunión por no pertenecer a la Agrupación Revolucionaria de Cuba; no obstante, se mantuvo cerca de la casa de Carbó. Más tarde decidió entrar y conoció la actitud asumida por el coronel. Al retirarse, sobre las 2 de la madrugada, le manifestó a uno de sus allegados:
-Batista es doblemente peligroso a partir de hoy, pues ha sido alertado y sabe que rebasó de milagro esta situación.
Este es el hecho criticado por algunos historiadores. Debo admitir que yo también pensé igual cuando escribí Aquella decisión callada, donde está narrado este pasaje. Consideraba un error no haberlo ajusticiado. El tiempo me hizo variar de opinión; los mismos ojos no ven igual a los 30 que a los 60. Aunque en realidad uno no ve con los ojos sino con la cabeza. También deben de haber intervenido en la reconsideración otros factores: un mayor conocimiento de la política y un mejor juicio acerca de la cultura de los cubanos, donde el autoritarismo y la ausencia de diálogo están entre los patrones asumidos. Nuestro aprendizaje autoritario nos viene de los 400 años de gobierno de la Metrópoli. Los capitanes generales encargados del orden y de impartir justicia, siempre favorecían a la Metrópoli en detrimento de la colonia. Se imponían por la fuerza y utilizaban el destierro o la muerte como opción a quienes pensaban diferente. A pesar de haber elegido delegados para hablar en las Cortes españolas nunca se les permitió ejercer. El diálogo no les beneficiaba, preferían el monólogo. El autoritarismo es una forma de gobernar que se apoya exclusivamente en la fuerza de la autoridad. Cuando prima esa estructura mental el diálogo no entra a ser considerado y menos el consenso.
Cuando el autor dice: pudo pensar, la frase está más 
cerca de la adivinación que de la historia
El historiador Rolando Rodríguez también piensa que Batista debió ser ajusticiado entonces. Sus inferencias van más allá y en su libro La revolución del 30 no se fue a bolina dice: “A Curti ya le había dicho: De aquí tenemos que irnos, pero ya volveremos”. Por eso, deseaba hacerlo sin tener manchadas las manos con la sangre de nadie, de Batista ni de ningún otro. Incluso,
pudo pensar que dejando a Batista podía conseguir librarse del DEU y entenderse con Welles. Ese era el fondo del espíritu de conciliación que lo animó a toda hora y que le abriría el camino para escapar de su propio gobierno”1 . Cuando el autor dice: pudo pensar, la frase está más cerca de la adivinación que de la historia. La conclusión no es acertada al no ser lógica. Si Grau hubiera querido dejar en el poder a Batista, librarse del DEU y entenderse con Welles, no habría tenido que irse, solo habría tenido que ponerse de acuerdo con ellos. Cuando Grau dejó el poder en enero de 1934, Batista no lo protegió y debió exilarse. Lo previsto por Rolando Rodríguez no sucedió, lo que confirma el error en la apreciación. Nicolás Maquiavelo dio su opinión sobre este aspecto: “Ciertamente no puede llamarse virtud asesinar a los conciudadanos, traicionar a los amigos, no tener ni buena fe, ni piedad, ni religión, condiciones con las cuales se puede conquistar la soberanía, pero no adquirir la gloria”2.
Veamos otro hecho, acaecido en 1947, y así poder apreciar cómo actuaba Grau. De esta manera el lector tendrá más elementos sobre la decisión de Grau de perdonar a Batista. Es una situación parecida, de desobediencia, que tiene al mismo presidente como protagonista, aunque el oponente es otro. Grau no utilizó la fuerza contra Batista y tampoco la utilizaría después contra un estudiante opuesto a su gobierno. Corría el año 1947, para ser más preciso el mes de octubre, cuando una tormenta política estaba en desarrollo. El actor principal de la saga lo desempeñaba el ministro de Educación, José Manuel Alemán. El 1° de octubre el Senado de la República aprobó por 31 votos contra 12 una moción de desconfianza contra el ministro de Educación. Grau debió removerlo. Todo el esfuerzo de José Manuel Alemán de fabricarse un capital económico y político presidenciable se le vino abajo en un santiamén. Para el contratiempo tenía una respuesta: enaltecer su imagen. Sus partidarios se dieron a la tarea de realizar un acto de desagravio por su obra al frente del Ministerio de Educación. Convocaron a una concentración popular frente a la estatua de Máximo Gómez para el 9 de octubre. Se puso en acción una campaña de relaciones públicas y fue planificada una manifestación. El ex ministro de Comercio, César Casas, vino desde Matanzas con una caravana de 50 automóviles para participar en el agasajo. Un carro altoparlante abría el camino vertiendo loas sobre José Manuel Alemán y convocando a sus acólitos al acto. Al pasar frente al Instituto de La Habana varios estudiantes se acercaron a uno de los autos para arrancarle los pasquines que exhibían la foto de Alemán. El conductor del vehículo disparó su pistola y dejó sin vida al joven de 24 años Carlos Martínez Junco, estudiante de la Facultad de Ciencias Comerciales de la Universidad de La Habana. El autor del disparo, Orlando Simón Casas, sobrino del ex ministro César Casas, fue detenido y confesó su culpa.
Mi interés sobre los hechos ocurridos en esta época se debió a mi libro Dinero maldito. El asalto a un banco en 1948 me obligó a investigar si la acusación de la oposición sobre la participación gubernamental en el asalto era real. Intentaba acercarme a la realidad de la época. Recopilé información sobre el gobierno, aunque debo confesar que iba indispuesto hacía la figura de Ramón Grau San Martín. Sobre el hecho ocurrido en esa fecha, 10 de octubre de 1947, encontré datos no ofrecidos por otros investigadores. Descubrí otras verdades ocultas y ello causó un efecto contrario en mi ánimo. Confirmé que detrás de cada historia subyace otra interesante y tanto o más elocuente. Corroboré lo difícil que resulta atrapar la verdad y ser objetivo, acostumbrados como estamos a venerar héroes que no son tan honorables como muchos hubiéramos querido creer. Y la figura de Grau aparecía más cerca del diablo y más alejada de los ángeles. Los seres humanos tienen, como siempre han tenido, la necesidad de soñar. Quieren creer en héroes, quizás por la escasez de ellos y la necesidad de un guía.
Estos fueron los datos encontrados en mi investigación. El cuerpo del fallecido, Carlos Martínez Junco, fue llevado al Hospital de Emergencias para los trámites pertinentes. En el lugar se presentó Alejo Cossío del Pino, ministro de Gobernación, conversó con los familiares del difunto y les pidió que no hicieran denuncia. También se presentaron en el lugar los estudiantes con parecida intención. Les pidieron a los familiares velarlo en el Instituto de La Habana, pero estos se negaron, pues no querían que fuera utilizado como instrumento político, aunque por su condición de alumno de la Universidad le correspondía la colina universitaria. Inmediatamente los estudiantes decretaron duelo estudiantil y se paralizaron las actividades docentes en algunos planteles. Cuando llegó el momento de trasladar el cadáver a la funeraria alguien sacó una pistola y encañonó al chofer del carro fúnebre, conminándolo a dirigirse al Instituto de La Habana. El autor de la amenaza era el estudiante de Agronomía José Buján Balbuena3 . Al día siguiente el cadáver de Carlos Martínez Junco fue expuesto en el Instituto de La Habana y no en la Universidad o en la funeraria, como querían los familiares. En la entrada del plantel un cartel rezaba: “Carlos Martínez asesinado por los esbirros de José Manuel Alemán”.
Una manifestación con la camisa ensangrentada del occiso se dirigió hasta el Palacio Presidencial. En señal de duelo iban con la cabeza baja4 . Algunos se encaramaron en la parte de la muralla que da a la terraza norte de palacio. Hablaron Fidel Castro5 , Lionel Soto y otro estudiante6 . Los gritos de «¡Grau, bandido!», «¡Grau, tirano!» y «¡Grau, asesino!», atronaban el espacio. El presidente Grau San Martín se encontraba en su despacho de Palacio. A través de la persiana lo vio y lo oyó todo. Contempló a los estudiantes lanzando sus protestas. “¡Grau, sal y contempla tu obra!”, gritaban.
Grau le contó a su ministro de Gobernación, Segundo Curti, el episodio de ese día7. El presidente le dio órdenes al capitán Angueiras, jefe de la policía de Palacio, de proteger a los estudiantes hasta tanto estos no adoptaran una actitud de agresión contra el inmueble. Entonces cabe inferir: si Grau hubiera matado a Batista, siguiendo la práctica establecida de eliminar a los opositores, cabría la posibilidad de haber matado también a Fidel Castro. Para esa fecha, 10 de octubre de 1947, la CIA llevaba tres meses de creada. De haber ocurrido este crimen 40 años después, por los procedimientos que han empleado, la culpa se le habría podido adjudicar al gobierno de Estados Unidos.
Las aceras y calles de la plaza quedaron pintadas con grandes letreros que repetían los epítetos proferidos contra Grau. Semanas después, allí seguían. El presidente había dado órdenes de que no los borraran. ¿No era acaso el mejor monumento que podía erigirse a su tolerancia democrática? Además, ¿no había dicho él que proponía «curar los males de la libertad con más libertades?»
Sobre el bonche y el gansterismo
El bonche y el gansterismo constituyen otro aspecto señalado por algunos lectores. Todos coinciden en apuntar que aquello pudo evitarse. A esto debo una respuesta, porque también tuve en su momento la misma preocupación. Los grupos organizados bajo diferentes nombres dirimían sus intereses en plena calle y con la pistola en la mano. También aproveché las entrevistas que le hice a Segundo Curti y le pregunté sobre la falta de firmeza para evitar una imagen tan poco favorable. A veces no fui muy delicado con él y le hice preguntas embarazosas sin tomar en cuenta sus más de 85 años de edad. Cuando le mencionaba a Grau, utilizaba la expresión: “Santo Varón”. Yo no digería el término utilizado y lo aceptaba por respeto a Curti. Mascaba, pero no tragaba; estaba tan intoxicado como los demás con la figura del ex presidente. Le pregunté por qué el gobierno no pudo detener ese triste espectáculo de las pandillas enfrentándose en las calles. Hasta le insinué flojedad en el gobierno. Y me respondió con mucha paciencia: “con la óptica de hoy, 1993, no podrán entender aquello. Para juzgar la época es necesario incorporar algunos elementos que pueden haber quedado fuera de las explicaciones tradicionales. El poder judicial no estaba subordinado al ejeCurtivo. Los jueces, a su vez, tenían miedo de condenar a alguien con posibilidades de vengarse después. Exigían a las autoridades policiales pruebas muy concretas sobre los acusados. Por lo general no aparecían estas pruebas ylos acusados eran puestos en libertad. Fui en persona a los juzgados y no logré evitarlo”, me dijo Curti. “A veces las cosas no son tan simples como uno cree, Newton”, y agregó: “En una ocasión alguien me visitó en el ministerio de Gobernación y me insinuó acabar con los pandilleros. Entonces, hizo un gesto con la mano alrededor del cuello que significaba liquidarlos. -¡Yo no estoy aquí para matar a nadie!”, dijo Curti. “Si me vienes a ver en otra ocasión no me traigas ideas absurdas como esa”.
Por eso cuando triunfó la Revolución no tuvo miedo de quedarse a vivir en Cuba. Al no tener enemigos permaneció en la Isla durante 41 años, hasta el 14 de febrero del año 2000, cuando falleció. Durante mi investigación para el libro General regreso pude conocer otros detalles complementarios sobre el bonchismo. Apoyando a los grupos en pugna había individuos con importantes cargos: jefes militares, jefes de policía, políticos, senadores y representantes. Ellos se protegían apoyando a los bandos en pugna. El nombre utilizado para estos casos es conocido ahora como tráfico de influencia. Quedan todavía muchos agujeros negros sobre el período. Es necesario seguir investigando para arribar a la misma conclusión de otros autores o una diferente. Porque aún se sigue pensando igual sobre el gobierno de Grau: “una frustración plagada de corrupción y gansterismo”. Ante la insistencia de los criterios presiento una justificación de explicar la razón de la lucha. Expongo otras historias sobre el expresidente para ayudar a la comprensión de un juicio equilibrado y definitivo.
En enero de 1935 se encontraba exiliado en Estados Unidos. La oposición a Batista aumentaba cada vez más. Distintos grupos políticos se proponían derrocarlo. La tónica del momento presagiaba un desenlace de sangre. Alguien perteneciente a esos grupos solicitó una entrevista con Grau y se trasladó a Miami con la encomienda de ofrecerle la presidencia provisional de la República. Al llegar a Dinner Key, en el sur de la ciudad, donde los hidroaviones acuatizaban, fue recibido por Segundo Curti. Se hospedó en el Savoy Hotel. Momentos después de su arribo, se trasladaron ambos a la casa del doctor Ramón Grau San Martín. El recién llegado ofreció información de lo que ocurría en Cuba y notificó que la solución se obtendría por medio de una huelga general y la instalación de un nuevo gobierno. Batista desaparecería y los hombres encargados del poder convocarían a una Asamblea Constituyente. Terminado el informe del recién llegado, surgió un brevísimo diálogo: “Doctor Grau, tengo el encargo de notificarle, en nombre de los sectores, la propuesta de que usted acepte ser, de nuevo, presidente provisional”. El jefe auténtico, rápido y preciso, respondió: “No acepto. Deseo ser Presidente a través de unas elecciones”.
Si nos atenemos a la sentencia de que en el amor y la política “todo vale”, Grau cometió un error al no aprovechar esa oportunidad. Viéndolo desde el ángulo cívico, fue un acierto. El visitante no hizo ningún comentario y la entrevista llegó a su fin. Fue la última ocasión en que vieron al mensajero. Lo asesinaron durante la huelga de marzo de 1935 8.
                     No era un cubano típico, era poco protagónico y poco autoritario,                                   no dado a las hazañas amorosas ni a contar aventuras inconmensurables,      
  sino todo lo contrario
Todos pensamos que somos objetivos y justos a la hora de hacer un juicio. No tomamos en cuenta nuestro aprendizaje, apegado a la cultura que hemos bebido. Los 400 años de Metrópoli y colonia deben haber dejado huellas en nuestra idiosincrasia. Sin embargo, Grau estaba situado en el otro extremo, en la tolerancia y el diálogo. Ello debió influir en su decisión de figurar como candidato en las elecciones de 1954. Alguien tan apegado a la civilidad no pensaba en utilizar la fuerza. Y Batista no soltaría el poder por la fuerza de la razón sino por la razón de la fuerza. Como toda moneda, consta de dos caras, aunque nosotros utilizamos siempre una. No siempre su manera de ser, poco agresiva y tolerante, lo situó en el camino correcto. La historia de Cuba, si fuera contada como una novela, en uno de sus capítulos, el de 1868, se habría repetido en 1933. En los dos capítulos, la manera de ser de Grau no hubiera resuelto el problema de librarse de la opresión de España o de Batista. Quizás en ello estribe no estar de acuerdo en el proceder contra Batista. Se ha dicho y repetido que la salida del poder de Grau en 1934 se debió a un golpe de estado. No, se debió a la manera de ser de Grau, preferir el diálogo al monólogo. Batista descubrió su vulnerabilidad y la aprovechó para pedirle que dejara el poder. Sabía que no iba a presentar batalla para mantenerse. ¿Dónde se encuentra el justo medio para llegar a una valoración de si lo que hizo estuvo bien o mal? Nadie tiene la sabiduría para saber cuándo se debe ser autoritario y cuándo dialogar. Por lo general, todos respondemos un patrón, y de acuerdo con ello aceptamos o rechazamos la acción del otro. Sí creo que debió haberse tomado otra decisión con Batista en 1933: destituirlo. En mis largas conversaciones con Segundo Curti repasamos muchas veces este pasaje. Curti estuvo presente en la reunión del 3 de noviembre y por él supe los detalles. Haber ajusticiado a Batista no pasaba por la cabeza de Ramón Grau San Martín. Y la opinión de Curti es que de haberlo destituido se hubiera producido una rebelión de los militares. El hecho debe ser repasado para llegar a una conclusión equilibrada. Debe incluirse en el análisis a Grau como presidente y a Guiteras como jefe superior de Batista. Si hubo error en la decisión, ellos fueron los responsables.
                  prefirió el diálogo al monólogo y no fue ni ladrón ni asesino
Sobre Grau San Martín debe ser introducido un elemento poco manoseado por la historia, su manera de ser. No respondía a los cánones generales de nuestra cultura. No era un cubano típico, era poco protagónico y poco autoritario, no dado a las hazañas amorosas ni a contar aventuras inconmensurables, sino todo lo contrario. Solo su sentido del humor lo arrimaba a la manera de ser de los cubanos. Hay un hecho de su vida que lo retrata. El 22 de octubre de 1931 Grau se encontraba preso en el Presidio Modelo de Isla de Pinos por órdenes expresas de Gerardo Machado. En aquel lugar se enfermó de tuberculosis. La familia pensó en cómo ayudarlo y se dirigió al doctor Presno, médico de gran prestigio. Este le pidió al gobierno que liberara a Grau para que pudiera tratar su enfermedad. Machado accedió a soltar a Grau para que se curara, pero con la condición de que marchara al exilio y tomara el primer vapor para España. El médico se dio cuenta de que Grau no soportaría un viaje tan largo y logró que se cambiara España por Cayo Hueso, en Estados Unidos. En el hospital de Lake Placids, donde fue internado, lo asistió una enfermera llamada Enma Gueist. La suavidad de su tacto, la gentileza de su espíritu, la forma en que su pelo caía alrededor de su cara cuando sonreía, hizo que el paciente se enamorara de la enfermera. Alguien le preguntó mucho tiempo después: -»Si la amabas, ¿por qué no te casaste con ella?». «Porque ella era protestante y yo cató- lico», dijo Grau. «Mi madre no hubiera permitido jamás un matrimonio entre nosotros, y yo no podía romper el corazón de mi madre”. Si no fue capaz de transgredir la diferencia religiosa, menos tomaría una decisión tan drástica contra Batista.
En 1944 Grau resultó electo presidente. Batista insinuó que se quedaría en Cuba y Grau le comunicó que no le daría protección. El expresidente tuvo que salir a vivir fuera de la Isla. Grau pudo haber aprovechado la ocasión para brindarle protección y eliminarlo. No lo hizo. El profesor sabía mucho de Medicina y quizás el tiempo no le alcanzó para leer a Maquiavelo y este consejo a los futuros gobernantes: “y el hombre que quiere portarse en todo como bueno, por necesidad fracasa entre tantos que no lo son, necesitando el príncipe que quiere conservar el poder estar dispuesto a ser bueno o no, según las circunstancias 9.
Quedan por contar otras historias sobre Grau que ayudarían a entenderlo y a hacernos un juicio más ponderado de su paso por la política cubana. Si alguien pudiera pensar que esta exposición responde a un interés personal puedo agregar un dato concluyente: cuando Grau asumió el poder el 10 de octubre de 1944 yo tenía 3 años y 7 meses, nunca lo vi en persona ni le di la mano. No defiendo a Grau como persona, aunque utilice muestras de sus acciones para defender el diálogo. No obstante, la historia de Cuba ha demostrado la existencia de inclinaciones diferentes. Sería bueno investigar las causas que dieron pie a una imagen tan mala de Grau San Martín. Y cómo, después de algunos argumentos favorables, las opiniones de los lectores cambian. Grau como ser humano tuvo errores, no era perfecto. En otra ocasión volveré a escribir sobre esas faltas. Sin embargo, prefirió el diálogo al monólogo y no fue ni ladrón ni asesino.
Notas:
1- Rodríguez, Rolando, La revolución que no se fue a bolina. Edit. Ciencias Sociales, 2013. Pág. 472 
2- Maquiavelo, Nicolás, -Obras Políticas-, -El Príncipe-, Colección Clásicos Individuales, Edit. El Ateneo, Buenos Aires, 1952, Pág. 452. 
3- Max Lesnick y Alfredo Esquivel, entrevista en el Hotel Nacional. 13 diciembre 1998.
 4- Walterio Carbonell, entrevista en la Biblioteca Nacional, 11 agosto 1993. 
5- Blanco Castiñeira, Katiuska-Guerrillero del TiempoEdit.-La Habana-Tomo I-Capítulo 08-Pág. 419-421.
 6- Soto, Lionel, -De la Historia y La Memoria-, Tomo 1, Editorial SI-MAR S.A., La Habana, 2006, Pág. 40-41.
 7- Curti Messina, Segundo, entrevista en su casa, 2 octubre de 1996. 8- Curti Messina, Segundo, -Memorias- (Libro Inédito, existe copia en la Biblioteca Nacional), La Habana, Pág. 185. 9- Maquiavelo, Nicolás, -Obras Políticas-, -El Príncipe-, obra citada.

El otro artículo que sobre Ramón Grau San Martín publicó Newton B. Montoto y que cita en Diálogo o monólogo se llama Justicia al profeta (http://www.espaciolaical.org/contens/33/10814.pdf) y lo recomiendo igualmente. En respuesta a Justicia..., una persona llamada Latvia Gaspe Álvarez publicó un artículo un poco feo titulado Simuladores en nuestra historia (http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/19108-simuladores-en-nuestra-historia), de donde tomo la foto con que encabezo Diálogo o monólogo.
Newton B. Montoto le respondió a Latvia G. Álvarez en una carta publicada en el blog de Yohan González "Desde mi ínsula" (http://desdeminsulacuba.com/2013/07/24/respuesta-aclaratoria-de-newton-briones-a-latvia-gaspe-alvarez/). Recomiendo esta interesante polémica. 



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  4. Fue un hombre valiente al que tuve la oportunidad de conocer en los años de l979 al 80 en su casa de calle 70 en el Municipio de Playa en La Habana, a pesar de ocupar carteras ministeriales tan importantes como el Ministerio de Gobernación y de Defensa en los gobiernos de Ramón Grau San Martín y Prio Socarras, no tuvo enemigos por lo que podía caminar por las calles de su barriada siendo queridos por todos, lamento no haber podido mantener más contactos por razones de la vida pues poseo parte de su sangre ya que era primo hermano de mi abuelo <luis <luciano Dallera Curtis.

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